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Israel-1

Una esquirla, un torrente de agua y un estanque, veintidós árboles, veintidós boyas a la deriva, un delgado camino y un lugar de reunión articulan un proyecto que se estructura a partir de lo que no está.
Solo las ruinas dan testimonio físico de los hechos ocurridos y su relación con los nuevos elementos define la incorporación de la nueva plaza a la historia del lugar. Esta relación re-estructura el carácter del sitio.
El agua, por su pluralidad de funciones y su valor polar adquiere sentido simbólico.
El agua  purifica un espacio que ha sido símbolo del odio.
La esquirla, definida materialmente como un volumen sólido de hormigón, se conforma como un segundo tema del proyecto, que refiere no solo al concepto residual de un hecho de violencia sino que re-presenta el escabroso camino de persecución recorrido por las víctimas y por extensión de todo el pueblo judío a lo largo de la historia.
Así como el agua, veintidós árboles que surgen de la esquirla aluden al poder de surgimiento de la vida por sobre la destrucción.
Veintidós boyas luminosas, ancladas al fondo del estanque representan a las víctimas.
Cada una llevará su nombre y de esta manera podrán ser objeto de apropiación afectiva por parte de los deudos.
El delgado camino que estructura circulatoriamente el proyecto, actúa como un débil hilo que divide la vida de la muerte, los espacios de uso activo de los espacios de uso pasivo y conduce al paseante de forma clara a lo largo de la diagonal, como camino más corto, ofreciendo acceso a lugares de diverso carácter: espacios de meditación (puentes), espacios de contemplación ( esquirla ) y espacio de reunión.
Solo un gesto de protección y exhaltación caracteriza la intervención sobre la ruina, que ya no es la consecuencia de una explosión sino un motivo de recuerdo, un testimonio protegido.