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REVISTA METRO WEBER 4

GLOBAL + LOCAL

El cambio de paradigma en la noción entre arquitectura y sustentabilidad, ha sido posible debido a la constatación de los efectos de la actividad humana sobre el planeta y, en especial, sobre el cambio climático. Pero también debido a que en los últimos años se han desarrollado metodologías de análisis que están permitiendo hacer más objetivos los valores de la sostenibilidad.

La creación, en 1988, del Intergubernamental Panel «On Climate Change» (IPCC-www.ipcc.ch), bajo el patrocinio de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), permitió evaluar, con datos científicos contrastados, los efectos de la actividad humana sobre el calentamiento global y sus consecuencias ambientales, económicas y sociales. Los cuatro informes presentados en los últimos 20 años, permiten contrastar los efectos antrópicos sobre el calentamiento global del planeta, y los riesgos que se derivan si no se modifican las condiciones del actual modelo de desarrollo. En este sentido la mejora de la eficiencia en el sector de la edificación resulta clave para la reducción global de emisiones de CO2eq. En la Unión Europea (UE), se considera que la edificación es responsable del 40% del consumo de energía actual, con una tendencia a aumentar en los próximos años.

En este contexto el sector necesita incorporar estrategias de mitigación y  herramientas de evaluación que permitan medir no sólo el impacto ambiental sino la eficiencia energética de nuestros edificios.

En muchas ocasiones se ha planteado la dificultad de implementar los sellos o sistemas de calificación ambientales en promociones inmobiliarias residenciales de tamaño mediano y pequeño. El elevado costo que implica la tramitación y obtención de dichas certificaciones, limita la certificación ambiental a los grandes emprendimientos, en especial para oficinas, comercios u hoteles, y deja a la mayor parte de las promociones sin instrumentos adecuados para poder justificar sus opciones de mejora ambiental.

Esta situación contrasta con la creciente sensibilización ambiental de la sociedad, y representa un freno al desarrollo de modelos de edificación más eficientes y con menores impactos ambientales.

La alternativa a esta situación, consiste en disponer de metodologías de valoración ambiental de carácter local, con niveles de fiabilidad similares a los modelos globales, pero con mayor simplicidad que permitan llenar este espacio no cubierto por alguno de los sistemas de evaluación actuales. Una ventaja clave en este tipo de evaluaciones, y que afectan de modo especial al ámbito residencial, es la adecuación de las exigencias a las características climáticas, tecnológicas y culturales de cada emplazamiento. En este sentido, los sistemas de calificación ambiental locales no buscan tanto generar modelos uniformes como mejorar las prestaciones de las viviendas, con la máxima eficiencia y el mínimo costo adicional, facilitando al mismo tiempo la segmentación y diferenciación del producto dentro del mercado inmobiliario.

Esta mirada por lo local, de mayor arraigo en los modelos europeos, defiende la mejor adecuación a las condiciones locales, especialmente ambientales y climáticas del lugar, pero también económicas (características del mercado, costos de la energía vs costos de la construcción, tecnología) o culturales (el valor de la permanencia vs la facilidad del cambio, las tecnologías tradicionales, los modelos urbanos). Sin embargo esta mayor especificidad puede chocar tanto con su difusión y éxito comercial, como con su conocimiento y reconocimiento fuera de las fronteras de la certificación. Este acercamiento al contexto más próximo no resulta contradictorio con la adopción de instrumentos de evaluación y medida internacionales. No discutimos la utilización del metro patrón, sino de que todo tenga que medir lo mismo en cualquier lugar. En este sentido parece razonable apostar por un modelo que utilice una metodología compatible y comparable con los estándares internacionales, pero que al mismo tiempo priorice objetivos específicos y los resuelva con tecnologías y métodos locales.

Parece haber cierto consenso en que para lograr esos objetivos existen diferentes frentes de actuación, según las sucesivas etapas del proceso creador, constructivo y de uso:

– En una fase previa, la realización de estudios y análisis pormenorizados de las condiciones climáticas,  ambientales, posicionales, etc.; de manera que puedan conocerse, registrarse, cuantificarse lo más científicamente posible los diferentes recursos susceptibles de aprovechamiento en los futuros edificios.

– En la fase de proyecto, diseñar soluciones espaciales y constructivas que permitan seleccionar -captar o rechazar- las condiciones previas detectadas en los análisis.

– Durante la fase de construcción, el empleo de materiales cuyo proceso de obtención de materias primas, fabricación, embalaje, transporte y puesta en obra, material sobrante y residuos que produce, etc.

– Cuando los edificios quedan en manos de los usuarios definitivos, la posibilidad de reducir al máximo los gastos energéticos (agua caliente, calefacción, etc.) al mantener el edificio la máxima inercia de confort.

– Por último, y a largo plazo, el retraso en la obsolescencia de los productos y tecnologías empleados y, una vez acabada definitivamente su vida útil, que estos puedan ser reciclados para nuevos procesos.

Es importante aclarar que aunque la reducción del impacto ambiental y los consumos energéticos de las nuevas edificaciones es clave en la estabilización de las emisiones, su reducción medida en escala global, sólo puede venir de la mejora de los edificios existentes. En este sentido estas herramientas de evaluación también juegan un rol fundamental a la hora de medir las nuevas performances ambientales y energéticas de las renovaciones del parque construido.

Hemos destacado los avances constantes en cuanto a la aparición de nuevos sistemas y metodologías de medición y evaluación de impacto ambiental y de eficiencia energética. En este escenario dinámico la flexibilidad en la aplicación de estas herramientas de calificación ambiental debería de permitir, además de la adecuación local, el ajuste temporal. La calidad ambiental de las edificaciones avanzará de modo paralelo a la demanda social, a las mejoras tecnológicas y a las mayores exigencias reglamentarias. Por ello un modelo de evaluación no puede ser fijo, ya que quedaría superado en pocos años por la propia dinámica de la sociedad.

 

Roberto Busnelli, arquitecto.